sábado, 24 de octubre de 2009

El pájaro de fuego

El cansancio me ganaba. Debía seguir adelante aunque, mis pies, congelados por la nieve y descalzos, ya no respondían. ¿Qué había hecho yo para merecer eso? Al no poder seguir adelante, me refugié de la tormenta de nieve en una pequeña aunque acogedora cueva. Me estiré en su suelo y entonces noté que estaba caliente. "Es estraño pero al menos no tendré frío" pensé. Se estaba tan bien allí que me dormí. A medianoche me levanté alterada, la tormenta había cesado y, ahora el cielo estaba estrellado. Otra vez ese ruido. Una espécie de aleteos y graznidos al final de la cueva. Me levanté y avanzé hasta allí. Me quedé sorprendida de que la cueva continuara y estuve a punto de retroceder y volver al pueblado, pues el graznido era más fuerte. Al girar la esquina, un destello de luz me eslumbró tan intesamente que tue que cerrar los ojos. Cuando pude abrirlos me quedé maravillada. Un enorme pájaro de fuego se alzaba ante mí, mirándome estrañado. Estaba encadenado y dudé si soltarle o no. Al final la hice, liberé al hermoso fénix y este me hizo una espécie de reveréncia en señal de agradecimiento y entonces, echó a volar. En ese mismo instante en que el fénix levantó las patas, el calor de la cueva desapareció.

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